"Días", J. Daniel Nicolini.

 En el sendero de la vida, a veces perdidos,

cuesta comprender que el tiempo avanza sin medida.

Madurar, proceso lento, como hoja al viento,

requiere tiempo, paciencia, y un corazón atento.


A veces nos aferramos al pasado como ancla,

sin comprender que el futuro espera con franqueza.

Madurar es aceptar lo que fue y lo que será,

y en ese equilibrio encontrar la verdadera paz.


Es como el brote que se convierte en árbol robusto,

pasando por tormentas y días de infortunio.

Madurar es aprender de cada cicatriz,

y seguir adelante con valentía y raíz.


En este viaje de crecimiento y aprendizaje,

nos damos cuenta de la importancia del coraje.

Madurar es entender que el tiempo no espera,

y abrazar la vida con toda su quimera.


Así, en el dulce eco de la madurez,

encontramos la sabiduría y la solidez.

Aceptamos nuestro ser con amor y gratitud,

y comprendemos que madurar es, en verdad, virtud.

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